lunes, 22 de septiembre de 2014

EL SINDROME POSTVACACIONAL EN LA POBLACIÓN INFANTIL

El Síndrome postvacacional (también denominado estrés o depresión postvacacional) no tiene un enunciado universal ni se conoce la existencia real sobre el mismo, pero la definición que más se ajusta a este concepto es: “proceso de estrés que tenemos afrontar tras las vacaciones, para readaptarnos de nuevo a las obligaciones laborales (o escolares), al cambio de estilo de vida que supone, etc.”.
Varias fuentes informativas y medios de comunicación online señalan que dicho fenómeno suele producirse a finales de agosto y/o comienzos de septiembre y afecta por igual a los adultos y a los niños, teniendo una prevalencia del 15% de la población adulta y entre un 5-8% de la infantil.

Los síntomas físicos y psicológicos más comunes que se manifiestan en ambas poblaciones son: apatía, tristeza, irritabilidad, problemas de conducta, agresividad o ira, falta de concentración y atención, disminución del rendimiento, alteraciones en el estado de ánimo (cambios de humor), sentimientos de ansiedad y estrés, frecuentes dolores de cabeza y estómago, malestar, sudores, temblores, aumentos de las frecuencias respiratorias y palpitaciones cardíacas, problemas digestivos (mala digestión, diarreas y vómitos) y problemas a la hora de conciliar el sueño (insomnio, pesadillas recurrentes y terrores nocturnos).
Por otro lado, también es posible que se produzca aversión hacia el centro educativo, problemas en las relaciones sociales con sus compañeros de clase y/o escuela o un descenso en su rendimiento académico, presentando dificultades en asignaturas que nunca había presentado problema.

En este proceso de adaptación, la colaboración de los padres junto a los profesores es fundamental ya que entre todos desempeñarán un papel muy importante ayudando a los pequeños de la casa a manejar el comienzo de la nueva etapa escolar tras el período vacacional. Si esto funcionase exitosamente, el niño se enfrentará y se adaptará con mayor rapidez y optimismo en el ambiente escolar.
A continuación, voy a indicar una serie de pautas para prevenir y reducir este síndrome, haciendo que esta etapa fluya de una forma positiva tanto para el niño como a su familia:
·   Anticipar la vuelta a casa y programar el regreso a la escuela de una manera gradual, relajada y positiva. Si es posible, regresar a casa una semana antes del comienzo del curso escolar, con la finalidad de prepararse física y mentalmente al retorno de la actividad cotidiana escolar.
·  Los niños pueden colaborar en la compra del material escolar (material fungible, mochila, estuche, agenda, libros de texto), ropa y zapatillas de deporte/uniforme. Asimismo pueden ayudar en otras tareas como por ejemplo forrar libros de texto, poniendo su nombre con una pegatina o en el mismo libro. Para evitar sentimientos de ansiedad/estrés y preocupaciones, tanto vuestra como la del niño, sería aconsejable no dejar estas compras para el último momento.
·   Establecer unos horarios regulares de levantarse-acostarse, comidas, tareas escolares y aseo. Estaría muy bien prepararse la mochila la noche anterior junto a la ropa que se va a poner al día siguiente. Estos horarios se irán modificando gradualmente a medida que vaya avanzando la semana hasta llegar al horario de la rutina escolar.
·    Sería recomendable dormir un mínimo de 8 horas. Esto hará que el niño se levante más fresco y con ganas de afrontar con energía, optimismo y entusiasmo la jornada del día. A su vez, ayudará a que no vaya cansado a la escuela (en especial el primer día de clase) y evitará irritación o mal humor.
·  Si no han realizado tareas de repaso ese verano, es importante antes de comenzar el curso, repasar algunas cosas que dieron el curso pasado. Por ejemplo: las tablas de multiplicar, la conjugación de los verbos, las partes del cuerpo humano
·   Empezar las tareas escolares de forma gradual en intensidad y empezando con aquellas que sean de mayor agrado y sencillas de realizar. Ayudarles siempre en las asignaturas que presenten algún tipo de dificultad o les cueste un mayor esfuerzo, así como a la hora de estudiar (esquemas, resúmenes, mapas conceptuales, fichas, subrayado, preguntando la lección y repasando la que van a dar al día siguiente…).
·  En los descansos entre los deberes/estudio o momentos de ocio, aprovechar para hacer actividades en familia (juegos variados tanto de mesa como al aire libre), visitar a la familia o quedar con unos amigos.
·  Realizar actividades relajantes: lectura, escritura, talleres, juegos de mesa, ver un rato la televisión, manualidades…
· Ejercer, mantener y plantear una actitud positiva, realista y proactiva mediante la comunicación fluida y el diálogo en casa. Si se trata el tema colegio, buscar siempre aspectos positivos del mismo. Sería un buen ejercicio que cada día el niño cuente una anécdota positiva que le haya sucedido durante el día. También es importante que los adultos y otros miembros de la familia lo hagan y eviten transmitir aspectos negativos de su jornada delante del niño ya que son un reflejo de lo que ven (aprendizaje observacional) y si éste percibe la situación con normalidad y optimismo, es muy probable que actúe de ese mismo modo. Al igual que una actitud positiva, también sería interesante reforzar los aspectos positivos de volver al colegio: volver a ver a sus compañeros, retomar sus actividades deportivas y extraescolares
·  Practicar ejercicio físico diariamente de forma moderada (mínimo media hora), así como realizar alguna actividad deportiva junto a sus compañeros de clase/escuela y con la familia otras tardes libres, aprovechando el mes de septiembre. En caso de que no las tuviera, a la salida de la escuela por la tarde o los fines de semana. También se le puede llevar a jugar al parque junto a otros amigos de clase/colegio o con sus hermanos/primos.
·     En caso de que surgiera cualquier problema, mantener la calma, respirar hondo y buscar una solución, sopesando todas las alternativas antes de tomar alguna. En caso de que la alternativa no haya sido idónea, ayudarle a modificarla o cambiarla por otra hasta encontrar la más óptima. Si se diera una crisis de ansiedad o recurrentes síntomas de estrés, sería recomendable realizar una serie de ejercicios de relajación que podría proporcionarle el psicólogo del área clínica como el escolar. Además, enseñarle unas técnicas para reducir tanto los pensamientos irracionales como los negativos que le generen estrés.
·  Alabar el trabajo bien realizado, motivándolo que con esfuerzo todo se puede lograr, siguiendo su propio ritmo.

En caso de que no funcionasen estas pautas preventivas y el síndrome postvacacional perpetúe en el tiempo (más de dos semanas), sería recomendable que el niño recibiera un tratamiento específico por parte de dos psicólogos/terapeutas: uno del área de clínica y otro del área educativa. El primero le realizará una terapia continuada y le proporcionará una serie de herramientas para mejorar su calidad de vida personal, familiar y social. Por otro lado, el segundo le proporcionará unas directrices dentro del área educativa. Este especialista puede ser el psicopedagogo del colegio o uno externo en caso de que el centro escolar no disponga de uno. También sería importante ponerse en contacto con sus profesores. Todos estos profesionales (psicólogos y profesores) deberán trabajar conjuntamente y estar siempre de acuerdo en cuanto a las medidas tomadas y su finalidad será ayudar al niño a superar positivamente esta etapa. Durante el transcurso de esta terapia, es importante que la familia y amigos del sujeto le proporcionen siempre apoyo, motivación y comprensión constantes.

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